El tejido adiposo representa una fuente (casi) inagotable de
enegía, de enorme valor en la práctica de actividad física, pues muy por
encima de sustratos más conocidos (glucosa, glucógeno) puede
suministrar energía durante mucho tiempo. Sin embargo, la cara “B” es
que puede acumular todo el exceso energético provocado por una ingesta
inadecuada, en el caso de un balance calórico positivo, es el encargado
de trabajar para captar y almacenar esta energía sobrante (esto da
lugar, entre otras cosas, a un exceso de tejido adiposo o grasa en
diferentes zonas de nuestro cuerpo).
Qué debemos hacer para que nuestra máquina sea más eficiente y tire de las grasas disponibles y/o almacenadas?
El tejido adiposo es un órgano metabólico de enorme importancia.
Entre sus responsabilidades se encuentran algo tan imporante como
“secuestrar” ácidos grasos en momentos de exceso de ingesta energética o
suministrar ácidos grasos vía lipólisis en situaciones de elevada
demanda energética, por ejemplo, cuando practicamos deporte. En este
escenario, el músculo esquelético utilizará estos ácidos grasos (AG)
para producir adenosín trifosfato (ATP) y prevenir la fatiga durante
ejercicio físico prolongado.
El proceso de lipólisis es una interacción compleja de:
- Reguladores neuro-humorales.
- Red de señalización intracelular.
- Fosforilización con participación de proteína kinasa A.
- Translocación de proteínas dentro de la célula.
- Interación proteína-proteína.
Estos procesos son modificados mediante la práctica regular de
ejercicio, y por ende, el mecanismo de lipólisis de nuestro organismo.
Los AG se encuentran almacenados como triglicéridos (TG) en forma de
gotas en los adipocitos, responsables del volumen de estos. Esta gota
ocupa casi la totalidad de la célula y desplaza a núcleo y resto de
orgánulos a la periferia.

A nadie se le escapa la importancia de conocer los mecanismos de
regulación del tejido adiposo durante el ejercicio para comprender el
control del sistema metabólico así como las implicaciones en la
patogénesis de la obesidad y sus comorbilidades.
Sitios en los que tenemos tejido adiposo blanco

Como vemos en la imagen superior, tenemos en diferentes
localizaciones anatómicas el tejido adiposo. En el caso de subcutáneo
(abdominal y subescapular en el tren superior y glúteo-femoral en tren
inferior) puede suponer el 80% del total de grasa acumulada y los
depósitos de grasa visceral, puede suponer en torno al 20% restante de
nuestros depósitos de grasas. La morfología difiere según localización
así como el perfil metabólico, en el caso de mujer u hombre, de forma
que en función del sexo, encontraremos diferente respuesta en cuestiones
como capacidad de retención de la grasa según que zona. Hablamos
también de una variada tipología de células, que llevan a cabo distintas
funciones. Entre las células presentes en el tejido adiposo podemos
destacar:
- Células endoteliales.
- Leucocitos.
- Linfocitos.
- Otras células inmunes.
Lipólisis
Conocer a que intensidades podemos tener a pleno rendimiento este
proceso puede llevarnos a diseñar una estrategia acertada de cara a
diseñar un protocolo de actividad física en el caso de
sobrepeso/obesidad. En escenarios de intensidades moderadas (en torno al
50% VO2max), la lipólisis se multiplica entre 2 y 3 veces respecto a
valores basales, en los 30 primeros minutos de ejercicio, y se va
incrementando a medida que la duración es más prolongada y puede
multiplicar por 5 a los valores en reposo, (hasta 4 horas de
entreno)(1).

La siguiente gráfica muestra la oxidación de las grasas en función de la intensidad en sujetos entrenados (estudio).
A partir del 63% Vo2max, comenzó a disminuir. La disponibilidad de AG
en la lipólisis coincide con las tasas de oxidación de AG de todo el
cuerpo durante la primera hora y media en esta intensidad, pero existe
un “exceso” de lipólisis a partir de las 2 horas de entrenamiento, lo
que contribuye a un aumento progresivo en plasma de AG libres.
En general, los AG libres de los adipocitos será suficiente para
proporcionar todo el sustrato en la oxidación de AG en reposo y
ejercicio de intensidad moderada, pero debemos tener en cuenta un
proceso conocido como reesterificación.
Mientras que en reposo la tasa de reesterificación llega a ser del 20%,
en entrenamiento a intensidad moderada puede multiplicarse por dos (1).
Incluso, a intensidades bajas, del 25% Vo2max, la lipólisis se ve
incrementada de 2 a 5 veces respecto a valores en reposo, a pesar de que
pasar de estar “sentado” a movernos en un trote ligero (es decir,
trabajar en ese 25% Vo2max) ya supone aumento significativo de la
activación simpática (2)(el sistema nervioso simpático se encarga de la
inervación de los músculos lisos y músculo cardíaco, entre otros). Esto
sugiere que iniciar un proceso de lipólisis en los adipocitos es
sensible a pequeños aumentos en la estimulación B-adrenérgica durante el
ejercicio (los receptores adrenérgicos son activados en situaciones de
relativo estrés, en los que la frecuencia cardíaca aumenta, las pupilas
se dilatan y se moviliza energía para responder al estímulo en cuestión.
Están asociados a la proteína G, activados por las catecolaminas
aderenalina y noradrenalina). Las tasas de lipólisis en minutos
posteriores a la finalización del ejercicio disminuye, pero se verá
incrementada por encima de los niveles al pre-entreno durante 24 horas.
Entre los factores que pueden influir en la lipólisis durante el ejercicio se encuentran:
- Sexo: mujeres tendrán un mayor ratio de este proceso frente a hombres, a intensidades moderadas.
- Localización anatómica del tejido adiposo: el “tren superior”
proporcionará la mayor cantidad de AG en demandas por encima de las de
reposo (por lo tanto, depende de dónde tengamos la grasa localizada,
unas personas pueden ver acelerada la pérdida de la misma, por ejemplo,
predominio de grasa en el abdomen vs cadera.)
- El tamaño de los adipocitos también influirá. Adipocitos más grandes
tienen una mayor capacidad lipolítica que adipocitos pequeños.
- Condiciones ambientales (calor, hipoxia) y nutricionales (estado de hidratación, ayuno, postprandial) también influyen.
Al relación al punto tercero, tamaño de los adipocitos, habrá
diferencia entre la respuesta de una persona con sobrepeso a obesidad.
La siguiente gráfica (estudio)
nos lo muestra perfectamente. Situación A, sujeto delgado, los
adipocitos pequeños almacenan de manera eficiente los ácidos grasos como
triglicéridos (entrada de TG, flecha), que pueden movilizarse y usarse
para generar ATP a través de la vía de oxidación mitocondrial en el
músculo durante los períodos de necesidad calórica. La absorción de
glucosa estimulada por la insulina bajo estas condiciones es normal.
Escenario B, el exceso de ingesta calórica conduce a sobrecarga
metabólica, aumento de la entrada de TG y aumento de adipocitos. No
obstante, en individuos con sobrepeso no diabéticos, el almacenamiento
de TG por las células adiposas y la b-oxidación en el músculo a menudo
pueden mantenerse para prevenir la resistencia a la insulina.
Situaciones C y D, continuar sobrecargando adicionalmente a los TG
provoca hipertrofia de los adipocitos y aumento de la secreción de
macrófagos quimiotácticos. El reclutamiento de macrófagos a su vez
produce un estado proinflamatorio en el tejido adiposo obeso. El exceso
de TG circulante y ácidos grasos libres da como resultado la
acumulación de lípidos activados en el músculo (puntos amarillos),
alterando funciones tales como la fosforilación oxidativa mitocondrial y
el transporte de glucosa estimulado por la insulina, desencadenando así
la resistencia a la insulina.
Metabolismo oxidativo
El tejido adiposo representa una parte importante de nuestro peso
corporal total (entre el 10 y 45%) pero su contribución como gasto
energético en nuestro organismo es más bien escasa. El cerebro, el
hígado, el corazón y los riñones representan ≈60-70% del gasto
energético en reposo en adultos, aunque el peso combinado de esos
órganos es <6% del peso corporal total (3). El músculo esquelético
suponen el 40-50% del peso corporal total y representa el 20-30% del
gasto energético en reposo. Se estima que para “mantener” el tejido
adiposo en correcto funcionamiento, empleamos en el mejor de los casos
el 4% de nuestro gasto energético en reposo. Además, el consumo de
oxígeno en el tejido adiposo no se ve incrementado ni en entreno ni en
postentreno, en comparación a valores en reposo. Podríamos decir que el
tejido combustiona bastante mal.
Reguladores de la lipólisis en los adipocitos
Veamos algunos reguladores neuronales y hormonales que controlorán o
participarán en el ratio del flujo de ácidos grasos para atender las
demandas energéticas provocadas por el ejercicio.
Activadores |
Efecto del Ejercicio |
Epinifrina |
↑ |
Norepinifrina |
↑ |
Glucagón |
↑ |
Cortisol |
↑ |
Péptidos natriuréticos |
↑ |
Inhibidores |
|
Insulina |
↓ |
Adenosina |
↓ |
Ácidos grasos |
↑ |
I) Catecolaminas: epinifrina y norepinifrina
Son los reguladores más importantes en el metabolismo del tejido
adiposo, siendo la adrenalina más prominente durante el ejercicio (otro
motivo más por el que entrenar es interesante si queremos activar la
lipólisis). La epinefrina plasmática y la norepinefrina aumentan desde
los niveles de reposo con el incremento de la intensidad del ejercicio,
así como con la duración del mismo (4).
El VO2max va ser clave para provocar un aumento en las
concentraciones de las catecolaminas. Y los niveles de VO2max pueden
modificarse tanto en trabajo estático (isométrico) como dinámico
(correr, andar, bici). Aquel entrenamiento en el que necesitemos
trabajar pequeños grupos musculares frente a grandes grupos musculares,
se darán concentraciones mayores de catecolaminas. El aumento de la
adrenalina en plasma es mayor en relación con la de noradrenalina
durante el ejercicio estático que dinámico. Estos hechos probablemente
explican el hallazgo de un mayor nivel plasmático de catecolaminas
después de un solo entrenamiento de fuerza, incluidos los componentes de
ejercicio dinámico y estático y terminando con ejercicio de bíceps, que
después de caminar a un VO medio similar (estudio)
II) Insulina
La insulina ejerce una poderosa respuesta antilipolítica y es más
importante en la supresión posprandial de la lipólisis. Debemos evitar
en el caso de buscar como estrategia optimizar la activación de la
lipólisis las opciones dietéticas que suponan disparar la insulina (por
ejemplo, un zumo de naranja) y en el lado contrario tendremos el efecto
que tendrá el ejercicio en la intensidad ya mencionada a lo largo de
este post, que supondrá disminución plasmática de la insulina, factor
que parece ser importante para el incremento en plama de los AG libres
(puede verse multiplicado por dos).